La casa Urquiaga Calonge, hoy sede del Banco Central de Reserva, es una casa adaptada como museo, donde se exhiben adornos de oro de la cultura Chimú, el escritorio usado por Simón Bolívar, la vajilla obsequiada por el Libertador y el mobiliario perteneciente a las épocas virreinal y republicana.
Es una de las más valiosas residencias trujillanas. Se encuentra ubicada en un lugar de privilegio desde el que se domina el corazón de la ciudad, en el Jirón Pizarro 446, al lado de la municipalidad de Trujillo.
Este solar fue cedido al conquistador y fundador de la ciudad, don Rodrigo Lozano (primer alcalde de Trujillo), quien construyó en el terreno la casona, que en su momento llegaba desde su fachada en el Jirón Pizarro hasta el Jirón Bolívar, donde quedaban las caballerizas. Es una casa de una sola planta, construida en adobe y quincha y consta de tres patios. Por su carácter neoclásico, es un vivo ejemplo de la antigua arquitectura trujillana.
Luego que Rodrigo Lozano habitara esta casa, pasó a ser propiedad de numerosos personajes, hasta que en 1802 la propiedad fue adquirida por el ayudante mayor de Infantería, Juan Antonio de Ochaita y Urquiaga. De esa época, la casona guarda un par de pendones hechos con hilos de oro y paños de seda: de las Armas Reales de Carlos III de España y del Escudo de Armas de Trujillo.
En marzo de 1824, fruto de la amistad entre el propietario y el Libertador, la casa sirvió de morada a Simón Bolívar, lugar desde el cual organizó gran parte de la campaña emancipadora.
De esos años libertarios data el escritorio hecho en el siglo XVIII, mueble desde el cual planeó algunas cosas el jefe de la Corriente Libertadora del Norte.
Antes de que la casa llegara a ser un museo fue incluso parte de pago de las deudas del sacerdote que la habitó en alguna época y fruto de ese pago, la casa se convirtió también en un convento.
Una voz autorizada para hablar de lo que significa esta casa, es la de Augusto De la Cruz Fernández, supervisor de seguridad, quien trabaja en este lugar desde que el Banco Central de Reserva lo remodelara y reabriera sus puertas el 10 de marzo de 1973. “El señor es un mil oficios”, confiesa Claudia León Cruzado, quien trabaja como guía dentro de la casa Urquiaga
“A mi me gusta todo, todo lo que es el museo”, refiere este hombre al preguntársele cuál es su lugar preferido dentro de la casona. Menciona incluso que el ala más moderna del museo, habilitada recién desde el año 2001, mantiene armonía con el resto del museo y no deja de ser atractiva para él y para el público que la visita.
“La idea de quienes vendieron la casa era que el banco la mantenga como museo”, cuenta De la Cruz. Antes que el Banco comprara esta propiedad a la familia Urquiaga, la casa no estaba habitada por causa del terremoto de 1970, por eso la familia decidió vender el terreno y el Banco accedió a comprarlo por su ubicación estratégica y por su compromiso con el rescate del patrimonio del país.
Para poder conservar la belleza de esta casona, el Banco trabaja junto con el Instituto Nacional de Cultura (INC) al momento de modificar algo dentro de la infraestructura. El INC supervisa que cualquier modificación vaya acorde con el resto de la casa. Como la construcción de una rampa para discapacitados, que se realizó de forma tal que parezca parte de la casona misma.
Las paredes de los patios de la casa mantienen sus colores originales, amarillo y azul, los que, según la guía, servían para defenderse de los ataques de unos de los enemigos más comunes en la antigua cuidad de Trujillo, los mosquitos. En sus primeros años, Trujillo estaba rodeada de campos de cultivo, la ciudad era más propensa a la invasión de mosquitos y con esos colores repelían a dichos insectos
Dentro de la casa, se mantienen muchos muebles de la época en que la familia Urquiaga la habitaba, y con cada mueble hay una historia, como la del ropero que adorna la sala de la casa. “Se dice que la primera señora Urquiaga defendió este ropero durante la invasión en la guerra con Chile, se puso delante del mueble y dijo ‘llévense todo menos este ropero’, los soldados chilenos pensaron que escondía grandes tesoros, así que la mataron, pero al no encontrar algo de valor no se llevaron el mueble”, cuenta la guía de esta casa.
Dentro de la casa hay una representación de un dormitorio de la época al que los visitantes podían ingresar, hasta que alguno de esos visitantes pensó que una de las piezas del tablero de damas podría ser un buen recuerdo así que se la llevó y desde ese momento no se puede entrar a esa habitación.
Esta casona fue la casa del primer alcalde de Trujillo, la casa de El Libertador, un convento y ahora un museo y sede del Banco de Reserva. El Banco recibió el pedido de que esta casa se mantenga como un museo, incluso la familia le regaló los muebles, cuadros y vajilla que se exhiben, para asegurarse que la casa siga siendo recordada y no sea presa del modernismo que ataca a las ciudades que “quieren crecer”.
El pedido fue atendido, la tarea está cumplida, dentro de este local conviven dos cosas que pareciera no están hechas para estar juntas, el pasado y el presente.
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me podria decir el nombre completo de KArol, la guia que actualmente trabaja ahi! ?
ResponderEliminarme podria decir el nombre completo de KArol, la guia que actualmente trabaja ahi! ?
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